Cine,
historia, memoria
Notas sobre Histoire(s)
du cinema, de J.-L. Godard
Ana
Amado
El abordaje de la realidad como un capital
de ideas y de formas fue delineado por Godard a lo largo de toda
su filmografía y consagrado como procedimiento en Histoire(s)
du cinema. Concebida inicialmente para la televisión y realizada
a lo largo de una década (1989-1998), esta obra consiste en un
conjunto de videos cuyos ocho capítulos procesan un denso diálogo
entre imágenes, en una mixtura similar a aquella que constituyó
la Historia tal cual fue narrada y vivida en Occidente: las palabras
y la escritura, la pintura, la escultura, más las imágenes y los
sonidos que agregó el cine en el siglo XX. Casi simultáneamente,
la obra fílmica encontró también su destino impreso en cuatro
volúmenes, de recorrido más complejo que los tradicionales libros
de arte por su elaborado montaje visual de textos y fotogramas
fílmicos.
La operación de memoria
que emprende Godard consiste en que el cine se mire en su propio
pasado. En esta revisión, señala con particular insistencia sus
débitos, ya que en los tramos más dramáticos de aquel siglo –particularmente
aquellos marcados por los campos de concentración y el Holocausto,
indica con precisión–, el vínculo entre el cine y los acontecimientos
de la historia fue fallido, muchas veces mentiroso, pero básicamente
insoslayable. Para rodear el núcleo de estas relaciones, explora
y explota el valor referencial de la imagen, de todas las imágenes
producidas por occidente y las vincula, desde la cercanía o la
colisión, con aquellas que el cine elaboró en el tumultuoso siglo
XX.
El collage de citas
y fragmentos, el montaje como operación de síntesis de alianzas
provocadoras, cuando no arbitrarias en su reunión, tributan a
la modernidad estética nacida con las vanguardias de los años
20. Allí arranca el hilo subterráneo de una herencia que se hace
visible en Histoire(s) no solamente a través de procedimientos
formales, sino de un modelo historiográfico que los utiliza a
modo de una memoria arqueológica (topológica) antes que meramente
temporal. Modelo que alienta a seguir la corriente asociativa
y enlazar el trabajo godardiano con las propuestas e ideas de
predecesores ilustres de aquella década.
Warburg: un atlas de la memoria
En Histoire(s), la sucesión abigarrada
de citas fílmicas, pictóricas y gráficas –Godard suele yuxtaponer
en su cine frases verbales sobre las imágenes– alterna sistemáticamente
con planos en negro. Vaciados de toda presentificación icónica,
de su poder de mostración, estos planos sólo conviven con el sonido,
ya sea por la prolongación de los comentarios del texto o de la
música. El procedimiento, repetido a lo largo de cada episodio,
se vuelve estructural y admite ser pensado como una figuración
del trabajo de la memoria. La primera cita, apenas iniciado el
primer capítulo de la serie es, precisamente, del libro Materia
y Memoria de Henri Bergson, autor cuyas ideas sobre la categoría
de imágenes ligadas al trabajo del recuerdo, se incorporan a los
sentidos expansivos que adquieren las citas dentro de Historie(s). En la tarea de recordar, postula Bergson, las imágenes, en lucha
desigual para lograr actualizar escenas del pasado, entablan un
circuito enloquecido de ida y vuelta, trayecto en el que “siguen
el proceso continuo que las conduce de la oscuridad a la luz”.
Un movimiento que Historie(s) imita, operando el pasaje
desde el vacío del negro a la memoria intermitente y sesgada de
las imágenes recuperadas. Este procedimiento formal y estético,
entre otros, permiten comparar las Histoire(s) con otro
proyecto mnemónico, el del historiador del arte alemán Aby Warburg,
que en la segunda mitad de los años 20 recurre a la poligrafía
o polisemia de las técnicas del collage y del montaje para reponer
la Historia a modo de fragmentos, o de paisajes, tomados en un
momento dado.
Warburg concibió
en 1925 su monumental proyecto del Atlas Mnemosyne al salir
de su internación en la clínica psiquiátrica de Ludwig Binswanger
y lo desarrolló por cuatro años hasta su muerte, en 1929.(1) El
Atlas consiste en 79 grandes paneles de tela negra, donde se distribuyen
centenares de imágenes de origen dispar, a través de las cuales
es posible seguir el desplazamiento histórico de determinadas
figuras y representaciones de la historia. Frente a frente, lado
a lado, la reproducción de obras de arte de grandes maestros,
manuscritos, publicidades, recortes de periódicos, mapas geográficos
y fotografías personales, tiene en cada panel una distribución
aparentemente azarosa, contradictoria a veces, aunque esa vecindad
figurativa permite establecer inesperados itinerarios y relaciones.
Tal convivencia de diferentes planos del saber, de lo alto y también
de lo prosaico de la cultura moderna, desarregla las jerarquías
y toda conformidad con las normativas de la historia del arte
y se propone más bien como una herramienta de orientación posible
de la errancia iconográfica a través de los tiempos, guiada apenas
por los títulos en lugar de comentarios textuales explícitos.
En todo caso y de acuerdo con las intenciones de Warburg registradas
en su diario, mediante el mapeo de series semejantes de expresiones
gestuales y corporales llamadas por él Pathosformeln, “fórmula
del pathos”, el Atlas Mnemosyne debía trazar, por medio
de reproducciones fotográficas de una gran variedad de prácticas
de representación, las formas sucesivas de memoria social y colectiva.
Desde esta perspectiva, los rasgos de dolor y catástrofe que atraviesan
esta obra, se interpretarían luego como un angustioso pronóstico
de la conducta social alemana bajo el nazismo, en el futuro inminente.
La persistencia de
motivos, formas e imágenes adoptados por el arte occidental para
trazar una historia cultural del siglo XX es precisamente la estrategia
que sigue Godard en sus Historie(s), que muestra correspondencias
por momentos asombrosas con los temas e iconografías de algunos
de los paneles de Mnemosyne, descripta por Warburg en su
diario como “una historia de fantasmas para gente mayor”. Persiguiendo
espectros similares, Godard conecta imágenes y figuras de distintos
tiempos y orígenes con aquellas producidas por el cine en su siglo,
“utilizando la imagen misma como un revelador descriptivo y crítico”.(2)
Articuladas por medio de derivas, asociaciones, deslizamientos,
rupturas, contigüidades e interferencias activadas por las sobreimpresiones
y las yuxtaposiciones que permite el video, la operación realiza
una función similar a la de los planos dislocados por las superposiciones
en el Atlas de Warburg.
Además de los mecanismos
de las conexiones, hay tópicos iconográficos similares en ambas
obras ( aunque es oportuno señalar que Godard no menciona a Warburg
sino a Benjamin entre sus fuentes de inspiración alemana; podría
conjeturarse que por desconocimiento antes que omisión, ya que
Warburg nunca ingresó cabalmente a la tradición francesa). Entre
los ejemplos de una lista amplia de preocupaciones coincidentes,
están la muerte y el dolor –signos capitales de las patologías
de la Historia– y lo femenino como manifestación de la gracia.
El panel 46 del Atlas, llamado “La epifanía de la ninfa”, y el
53, titulado más escuetamente “La Musa”, reproducen las variaciones
pictóricas de la figura femenina como condensación de imaginarios
sucesivos acerca de la pureza, la festividad inocente o el misterio
mismo de la belleza. Es la idea que atraviesa todos los capítulos Histoire(s), en los que Godard disemina homenajes a la
“fatal beautè”: belles de jour, belles de nuit, parties girl,
las efigies de Ava Gardner, Liz Taylor o Anna Magnani, tuteándose
con diosas del olimpo del arte de todas la épocas, como sinónimos
gracia (“como retorno al país natal, a lo universal, a la unidad…La
belleza es una detención. No tiene duración ni espacio, ni exterior
ni interior…”) y a la vez signos de la amenaza y del “instante
fatal” que el cine atrapó en narraciones clave de su historia.
También el tema del luto y el dolor atraviesa horizontalmente
todos los paneles del Atlas, pero se concentran en las Tablas
42, “El teatro de la muerte” y en la 42 bis, llamada por Warburg
“Tabla fantasma” (serie amplia, que hace eco con otra dedicada
a la melancolía y más específicamente con aquella titulada “El
pathos y el sacrificio”). Las figuras de estos montajes aluden
a narraciones sobre la humanidad doliente a través de iconologías
cristianas y paganas de la muerte y la compasión, puntuadas por
las figuras de Cristo yaciente o muerto, según Holbein y Mantenga,
entre otros. La peste, el escándalo del dolor, la muerte y las
guerras del siglo XX son un leit motiv de la Histoire(s) –sobre todo en los dos primeros capítulos y en el último, y con
el tremendo poema sobre el dolor recitado por Alain Cuny en 4ª–,
en pasajes por donde desfilan las mismas figuras del Atlas, además
de los cadáveres de Durero, los fusilamientos de Goya, la devoración
de los hijos de Cronos, y otras monstruosidades significadas por
el arte en diálogo o contrapunto con los registros fílmicos de
las violencias y horrores del siglo XX, “aunque la industria del
cine –denuncia– haya comenzado vendiéndose a la industria de la
muerte”. Imágenes de Caravaggio y de Cezanne se alternan cuando
el texto refiere a “…los volúmenes apenas percibidos en la sombra,
las cabezas y los cuerpos inclinados alrededor de un nacimiento,
de una agonía o una muerte (…) no hay más que trazos negros cruzados
sobre una tela percudida y la tragedia de la vida retuerce la
pantalla con su fuego”. El entramado de elementos y sentidos remite
al panel 74 de Warburg, “La sombra y el milagro de la luz”, donde
asoman Massaccio, Rafael y Rembrandt con sus figuras activas de
la gracia y la piedad junto a los enfermos y dolientes, alusión
a la compasión cristiana que en Godard confluye (a través de imágenes
de la Virgen y el niño envueltas en luz) en una comparación entre
cristianismo y cine: “porque (el cine) no se funda en una realidad
histórica sino que nos da un relato, una historia y nos dice,
cree…”
La sintaxis de los 20 (fotografía, montaje,
collage)
El Atlas warburgiano no se abre solamente
a una redefinición del trayecto de las imágenes por la historia
de las religiones o de las ciencias, hasta su captura por la imaginería
publicitaria o documental. Los estudiosos de la obra de Warburg
no dejan de hacer notar, por ejemplo, la progresiva invasión del
discurso de la historia del arte por la fotografía, que como técnica
de reproducción fue utilizada también en la proyección del trabajo
de Mnemosyne en el formato libro. (En otra coincidencia
con Historie(s) de Godard, el Atlas de Warburg tuvo dos
operaciones sucesivas de transformación del material de origen,
ya que los objetos de naturaleza diversa que lo componen, pinturas,
relieves, diseños, arquitecturas, etc., fueron a su vez reunidos
por la fotografía para crear una imagen única, destinada a tener
continuidad en forma de libro, donde la escritura aforística de
Warburg se inscribiría como función integradora entre materia
visual y definición conceptual. El plan editorial, de trámite
complejo por los diversos componentes en juego, fue finalmente
interrumpido por su muerte y realizado parcialmente por sus discípulos.)
Más allá de su relación
con los procesos de reproducción foto-mecánica –fenómeno de indudable
interés en la segunda mitad de los 20, que abrió discusiones teóricas
sobre el estatuto de las imágenes y su reproductibilidad–, es
quizás más relevante aquí destacar la búsqueda emprendida por
Warburg para activar en las planchas del Atlas los efectos latentes
en las imágenes, organizando su confrontación siempre sobre fondos
negros, que utiliza como “medio conductor”. Él explica el
sentido de la concepción espacial de sus manipulaciones con una
metáfora de la conducción eléctrica, que bien pudo haber sido
utilizada por Godard en el repertorio de las Historie(s)
para dar cuenta de sus propias conexiones:
“Los dynamogramas del arte antiguo se transmiten en un estado
de tensión máxima pero bajo forma no polarizada relativamente
a su carga energética activa o pasiva, a los artistas que imitan,
responden o reproducen. Es solamente el contacto con la nueva
época que produce la polarización. Esto puede conducir a una reformulación
radical (una inversión) de la significación que los elementos
polarizados tenían para la antigüedad clásica”.
Las
tensiones y contactos que permiten la “reformulación” o la “inversión”
de significaciones de esos “elementos polarizados”, aluden implícitamente
al movimiento y montaje. A cierta distancia de las concepciones
de otros teóricos alemanes contemporáneos suyos –Kracauer, Balaz–
sobre la imagen y el cine, Warburg piensa la imagen como una estructura
cinemática, dentro de una problemática del movimiento, es decir
del montaje. Una idea acorde con la que en los años de ejecución
del Atlas Menmosyne desarrollaba Eisenstein en la Unión
Soviética: la imagen no es más que un fragmento entre otros fragmentos,
la esencia del cine no reside en las imágenes (como sostenían
en ese momento Kracauer y Balaz: este último reprochaba a Eisenstein
hacer del cine, con su concepción de los ideogramas, un sistema
de pensamiento). La esencia del cine, para Eisenstein radica en
la relación entre imágenes, y es de esta relación que nace
el impulso dinámico, es decir el movimiento. Emparentadas con
esa noción, las cadenas de imágenes son utilizadas en Mnemosyne como ideogramas, de manera de producir un nuevo lenguaje en la
historia del arte semejante a la sintaxis visual eisensteiniana.
(“Montage, ma bon souci”, montaje, mi buen recurso, reconoce Godard
en carteles distribuidos en diversos pasajes de su film, intercalados
en cada caso con la imagen de Eisenstein, seguida o antecedida
por imágenes alusivas a sus operaciones de montaje como tijeras,
mesa de montaje, o la secuencia del león del Potemkin, acompañada
de texto oral: “Una imagen existe porque la asociación de ideas
es lejana y justa”; y escrito: “Una imagen compuesta, antes que
una imagen sola!!” .Capítulo 4b: “Los signos entre nosotros”.)
Warburg + Benjamin + Godard
Si el Atlas de Warburg fue parte de
un paradigma cultural que consideraba al montaje como herramienta
inevitable para referir una historia descentrada y para la correspondiente
construcción de formas mnemónicas, la vía de recuperaciones estimuladas
por Historie(s) da cauce a otros antecedentes de la misma
constelación. El más importante de ellos es un proyecto extraordinario
e inconcluso de fines de los 20, basado en el protagonismo del
montaje. Se trata de los Pasajes de Walter Benjamin, ensamble
textual dirigido a reconstruir una memoria analítica de la experiencia
colectiva en París del siglo XX. “El método de esta obra, dijo
Benjamin, es el montaje literario. No tengo nada que decir, sólo
mostrar”. En este sentido, la descripción que realiza Adorno del
proyecto de los Pasajes puede aplicarse a la vez a los
rasgos esenciales del Atlas Mnemosyne de Warburg:
“Benjamin excluyó de manera deliberada toda interpretación y quiso que
las condiciones verdaderamente existentes fueran puestas en primer
plano a través de los shocks que el montaje de materiales generaría
inevitablemente al lector... Para llevar su antisubjetivismo al
punto de culminación, Benjamin imaginó que la obra consistiría
solamente en citas acumuladas”. (3)
El
historiador del arte B. Buchloh se apoya en estas afirmaciones
de Adorno para destacar no solamente la cercanía estética de Benjamin
y Warburg a través de la práctica del collage, sino la
anticipada utilización que hacen ambos del shock como un
resultado ineludible e intencional de la técnica del montaje.
Procedimiento transformado luego en estética literaria o fílmica
(la de la Unión soviética en particular), artística e historiográfica
en general.
Heredero enfático
de ese rasgo de escritura moderna, Godard confecciona sus Histoire(s) convocando –como Benjamin y Warburg– efectos shockeantes en cada intersticio de los diversos campos discursivos utilizados:
el pictórico versus el fotográfico; el artefacto artesanal versus el técnicamente reproducido; lo escrito versus lo pictórico y lo fílmico, para mencionar sólo algunas de las
colisiones generadas por la estética del collage y el montaje.
La estela generada
por el Atlas warburgiano se extiende en varias direcciones. Buchloh
sostiene que más allá del conocimiento directo de esta obra, su
legado resuena en varios proyectos estructuralmente similares
de una serie de artistas europeos de mitad de los 60 que privilegian
el uso del archivo en su producción, como la colección de archivos
fotográficos de Gerhard Richter o la de Christian Boltansky, que
con diferencias, recurren a los procedimientos metonímicos del
fotomontaje con énfasis en la fisura, en el fragmento como ejes
de la memoria. (Para expandir estas referencias: recuérdese la
cita que Godard hace a su vez de Boltansky en Old Places,
film inmediatamente posterior a Histoire(s) sobre el Museo
de Arte Moderno de Nueva York realizado con Anne-Marie Mieville,
donde cita la instalación de este artista con anaqueles de ropas
de las víctimas del Holocausto, en alusión a sus cuerpos ausentes.
En este mismo film, dedica un largo pasaje a Benjamin para subrayar
su propuesta acerca de los modos en que “el pasado resuena con
el presente para crear una constelación”).
En el último episodio
de Histories (4b) Godard cita un texto del escritor francés
Pierre Reverdy, escrito en 1918, que alude a las imágenes como
“creación del espíritu”, pero sobre todo celebran el dispositivo
que sabe aproximarlas. (Dando muestras de una adhesión enfática,
Godard cita a Reverdy en seis ocasiones: además del episodio mencionado,
este texto asoma en Pasión, en Grandeza y Decadencia,
en King Lear, en Todos desfilamos, la publicidad
filmada para los Girbaud y en el Autorretrato.JLG por JLG.)(4)
La imagen es una creación pura del espíritu./ No puede nacer
de una comparación, sino de la aproximación de dos realidades
más o menos distantes./ Cuanto más lejanas y justas sean las relaciones
de dos realidades aproximadas, tanto más fuerte será la imagen./
Dos realidades que no tienen ninguna relación no pueden aproximarse
útilmente, no hay creación, no hay imagen./Y dos realidades construidas
no se aproximan, se oponen./ Raramente se obtiene una fuerza de
esta oposición./ Una imagen no es fuerte porque sea brutal o fantástica,
sino porque la asociación de ideas es lejana./ Lejana y justa.
(5)
En
estas palabras caben el atlas Mnemosyne, los Pasajes
de Benjamin y al mismo tiempo, las operaciones del cine de Godard
en general y de sus Histoire(s) en particular.
Por último: al igual
que Warburg con relación a la herencia estética recibida, del
mismo modo que Einsenstein, Godard no utiliza las imágenes o el
audiovisualismo en beneficio de una política determinada sobre
la Historia, sino que somete la Historia a la prueba del cine
(o de la historia del cine). Luego, la pone a prueba de un pensamiento
del arte en el que el cine (cuyo dispositivo técnico fue la encarnación
de la modernidad misma) puede participar con imágenes que responden
a la lengua de las ideas, devenida lengua de las sensaciones.
Una “forma que piensa y hace pensar”, llama Godard a este tipo
de movimiento que, transformando la conexión de ideas en una cadena
de imágenes, apela a un régimen de sensibilidad diferente: una
sensibilidad abierta al influjo de las emociones. La memoria del
siglo se edificó, después de todo, con imágenes, como ya lo había
postulado Aby Warburg con relación a un período mucho más amplio.
Con la premisa de ese “antes” como abono, Godard utiliza un repertorio
de escenas, de cuerpos, de arte, de vida que iluminado por el
pensamiento, les devuelve el sentido y junto con él, una cronología.
Notas
(1) Agradezco a Gastón Burucúa, cuyas
investigaciones sobre Warburg fueron pioneras en Argentina, por
facilitarme la posibilidad de acceder a los paneles del Atlas,
magníficamente reproducidos en el CD que acompaña el libro Introduzione
ad Aby Warburg e all’Atlante della Memoria, de Kurt W. Forster &
Katia Mazzucco. Edición de Monica Centanni, Milán, Mondadori,
2002.
(2) Michaud,Philippe-Alain, “Passage de frontiers”, Trafic 45,
Primavera 2003.
(3) Citado en Buchloh, Benjamín H.D.,
“Atlas/Archivo”, Pasajes, Revista de teoría y crítica del arte
y la arquitectura Nº 3, segundo semestre de 2002, Centro de
Estudios Amancio Williams/UBA.
(4) Michaud,Philippe-Alain, Ibid.
(5) La traducción es de Ricardo Ibarlucía, publicada en Diario
de poesía Nº 42, Invierno de 1997.
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