Fragmentos sobre (a) Paul Celan
Jorge Mario Goldszmidt

Lo posible
El Meridiano: “El poema es solitario. Es solitario y está en camino. Quien lo escribe queda entregado a él. Sin embargo ¿no está el poema, por esto mismo, es decir, ya aquí, en el encuentro, en el secreto del encuentro?”
        Habría que considerar si la indagación sobre la poesía de Paul Celan es posible a partir de las traducciones que conocemos: muchas de ellas al menos con pasajes contradictorios entre sí; a partir de un uso del idioma original casi completamente intraducible.
        Y no obstante, si los poemas golpean con tan tremenda fuerza, algo nos dice que su dirección, su sentido, esas “sombras” que completan la sentencia, permanecen, continúan, nos vienen al encuentro, aún como reinterpretación aparentemente caprichosa.
        En otras palabras, hay una sustancialidad que toca lo sensible, que permite establecer un nexo con la obra. Mediado no solo por la traducción, pues aún en nuestro propio idioma ¿qué seguridad tenemos de comprender el universo intencional y lingüístico de un poeta de esa dimensión?
        El acercamiento tiene límites, pero no solamente (y tal vez ni principalmente) en el idioma.
        Pero todo aquello que evoca una circunstancia vital, todas aquellas palabras-imágenes, toda esa tortuosa (y torturante) “expedición hacia la verdad”, nos es accesible y nos acerca a misterios que la ciencia, la filosofía, en parte la literatura han ido marginando, confinando en la poesía, por desdén, por impotencia, por callar aquello de lo que no se puede hablar.

Instantes, de quien signos,
no duerme ninguna claridad.
No-sidos, de todas partes,
reúnete,
y en pie permanece.

Hebras de sol

De silencios

        Aunque las referencias biográficas dicen de su amargura por el frustrado encuentro con Adorno, y sus afinidades con Heidegger sean en muchos casos llamativas, no hay duda de que la tan mentada pregunta sobre la poesía después de Auschwitz queda contestada por gran parte de la obra de Celan, y en especial por Todesfuge, y que en ambos los temas predominantes son congeniales: el aniquilamiento del sujeto, ya sea bajo la blanda y casi irreconocible opresión social, o su lisa y llana cancelación física en los campos de exterminio; el peso insuperable de la contradicción en el seno de una cultura que simultáneamente depara el placer estético y la muerte; la soledad de las voces críticas de todo lo anterior, ya sea por su propio retiro ante la barbarie, o por su silenciamiento a cargo de los que rigen la industria cultural. Con todo, la afinidad más relevante está en la apelación que ambos hicieron al silencio como expresión más completa de repudio frente a una civilización que concibió y llevó adelante el horror. Para Adorno el emblema era Beckett, para Celan su propia tendencia al enmudecimiento. Quizás con su gesto final de suicidio respondió Celan a la pregunta con que Adorno revisa en Dialéctica Negativa su juicio sobre la poesía: tal vez a los sobrevivientes no les quedaba ni el derecho a la vida.

Con voz lívida, desde
lo profundo ultrajado.
ni palabra, ni cosa,
y el único nombre de los dos.

dispuesto en ti para caer,
dispuesto en ti para volar,

ganancia dolorida
de un mundo

Coacción de luz

        Dice Gadamer: “...creo que es falso afirmar que los poetas estén enmudeciendo. Han bajado necesariamente el tono de voz. Igual que los mensajes confidenciales se transmiten en voz baja, para que no lleguen a oídos de quien no debe, lo mismo ocurre con el lenguaje del poeta. Comunica algo a quien tiene oídos para oír y se acerca a él”. Sin embargo, en lo que sigue, nada más próximo a un enmudecer voluntario. Es la economía verbal de quien se ausenta mientras lanza su poesía para algún otro, o él mismo tal vez. Cada vocablo mínimo deberá descifrarse como un mensaje en las piedras que viajan de un pasado a un futuro remotos.

En los ríos al norte del futuro
lanzo la red que tú
vacilante lastras
con -por piedras escritas-
sombras.

Cambio de aliento

Tradición que viene
No obstante como rasgo diferenciador, por cierto muy importante, está la temática judía en su vertiente hebraica con sus continuas referencias a lo bíblico, a las viejas tradiciones del oriente, antes que a las circunstancias de la vida judía en la Europa que él conoció. Esta referencialidad, este enraizamiento, hacen de Celan un caso muy especial entre la intelectualidad centroeuropea que se encontraba bastante asimilada, y aún enfrentada a los mandatos culturales que venían del pasado de su pueblo.
        También en este sentido ve Otto Pöggeler las semejanzas con Heidegger, agregando la posición de René Char, que como resistente francés asume aquello de la tierra, la sangre, etc.

Imagínate:
el soldado del pantano de Massada
   aprende patria
del más inextinguible de los modos,
contra
   toda la espina que hay en el alambre.

Imagínate:
los desojados sin figura
libre te llevan por la multitud, te
fortaleces y
te fortaleces.

Imagínate: tu
propia mano
ha mantenido
este trozo de tierra
reemergido a la vida
en su sufrir.
Imagínate:
vino a mi encuentro,
despierto de nombre, despierto de mano
para siempre
desde lo insepultable.

Hebras de sol

        Casi 50 años. Varias lenguas adquiridas. Una vida en ellas. Fuentes remotas, que parecían cegadas, brotan de pronto aquí y allá como una lengua más: un candelabro, un higo, una contraseña, una trenza. Juegos de desvelamiento casi inaprensibles. Quien llega al arco iris no lo encuentra.

Con higos sea nutrido el corazón
en que la hora recuerda
el almendrado ojo de la muerte.
Nutrido con higos.

Escarpada, al soplo del mar,
la zozobrada
frente,
la rocosa hermana.

Y en torno a tu cabello blanco crece
   el vellón
de la nube estival.

De umbral en umbral

        Dice en El Meridiano: “...quizás la poesía, como el arte va por un Yo olvidado de sí mismo hacia aquello inquietante y extraño...Entonces el arte sería el camino hacia atrás colocado por la poesía, ni más ni menos...”
        Como para Heidegger, la búsqueda del lugar del único Poema en el que está el Decir (el Habla) del Poeta. Interminable: cada palabra, cada frase, conduce al lugar. Ahí está lo definitivo, que para el Poeta es sin embargo siempre provisorio, con una expresión propia, irrepetible. Pero sin duda que la historia reciente pesaba en ese encuentro en la Cabaña en julio del 67.

Ante tu rostro tardío
in-
solidario entre
las noches que a mí también me cambian,
resultó algo
que ya estuvo en nosotros, vir-
gen de pensamientos.

Cambio de aliento

        Como para Adorno, la situación del arte como mediador de una verdad histórica que la obra contiene como enigma, y se hace explícita en la organización formal y temática.

Un estruendo: la
verdad misma
hace acto de presencia
  entre los hombres
en pleno
  torbellino de metáforas.

Cambio de aliento

Viaje a contrapelo
Cernovitz, Bucarest, Viena, París. Camino recorrido en un sentido, pero imaginado en la dirección contraria: un reloj con agujas a contragiro.

Chopo, tu follaje blanco mira en lo oscuro,
el cabello de mi madre nunca fue blanco.

Diente de león, así de verde es Ucrania,
mi blonda madre no volvió a casa.

Nimbo, ¿acaso orlas tú la fuente?
mi callada madre llora por todos.

Redonda estrella, tú trenzas el bucle dorado,
el corazón de mi madre fue herido por el plomo.

Puerta de roble, ¿quién te levantó sobre los goznes?
mi dulce madre no puede volver.

Amapola y memoria

       Casi simbólicamente una espiral que al ser recorrida de fuera hacia dentro, termina en un punto que subsume todo. En lo más aislado el enmudecimiento y la muerte.

Tú eras mi muerte;
mientras todo se me escapaba,
a ti te podía retener.

Hebras de sol

        Con ecos de “jamás se da un documento de cultura sin que lo sea a la vez de barbarie...”

Levantes la piedra que levantes-
despojas
a quienes precisan del amparo de las piedras:
desnudos renuevan ahora el enredo,

Tumbes el árbol que tumbes-
construyes
el lecho; en él
las almas otra vez se estancan
como si no vibrara
también este
eon.

Digas la palabra que digas-
agradeces
el deterioro.

Estar a la sombra
de la llaga al aire.

Estar-por-nadie-y-por-nada.
Desconocido,
solamente
por ti.

Con todo lo que cabe dentro,
también sin
lenguaje.

Cambio de aliento

        La llaga del propio sufrimiento: una sombra protectora en un desierto en el que no hay siquiera lenguaje. ¿Las palabras no existen? ¿O son impronunciables?
        El mundo, lo mundano han terminado por hacer del artista un insiliado, un desconocido para todo otro. Sólo una única proximidad con su yo asediado es posible, asegura su permanencia. En el extremo el poema habla de ese estar, de ese ser-ahí, que solamente se despliega como lenguaje, pero un lenguaje que no existe (que no puede existir para nombrar el horror, por ejemplo), y sin embargo lo hace estar por nada y por nadie, solo por (para) ti (yo).
        Ese lenguaje que se va desgranando palabra por palabra, y en total muy pocas, a su vez busca arribar al otro extremo del desierto, quiere paradójicamente purificarse en ese desierto para hacer frente a la desertificación que se abate sobre la palabra, ese ahuecamiento del que habla Steiner. También en el ahuecamiento aparece la paradoja: lo desconocido, (esa Muerte en lo Viviente de Habla también tú) lo es por no reconocido, por transfigurado de palabra de hombre que crea vida al nombrar, a la de bestia que solo nombra para sustantivar la Muerte.

Ocaso de las palabras-¡zahorí en el silencio!
Un paso y otro más,
un tercero, cuya huella
tu sombra no borra:

la cicatriz del tiempo
se abre
y cubre la tierra de sangre -
Los dogos de la noche de la palabra, los dogos
resuenan ahora
dentro de ti:
festejan la sed más feroz,
el hambre más feroz...

Una última luna te socorre:
un largo hueso de plata
–desnudo como el camino que traes–
   arroja la jauría,
pero ello no te salva:

   el rayo que evocaste
se encrespa aún más cerca
y en lo alto nada un fruto
que hace años mordiste. 

De umbral en umbral


Una vez
lo oí,
lavaba el mundo,
inadvertido, toda la noche,
real.

Uno e Infinito,
aniquilado,
ilar.

Luz fue. Salvación

Cambio de aliento


Habla también tú,
habla como último,
di tu sentencia.

Habla.
Más no separes el no del sí.
Da también a tu sentencia el sentido:
dale la sombra.

Dale bastantes sombras,
dale tantas
cuantas sepas repartir en torno tuyo entre
medianoche y mediodía y medianoche.

Mira en derredor
ve cómo cobra vida el entorno.
En la muerte! Lo viviente!
Verdad habla quien sombras habla.

Pero ahora se contrae el sitio donde estás:
¿Adónde ahora, despojado de sombras, adónde?
Trepa. Palpa hacia arriba.

Más delgado te vuelves, irreconocible, más fino!
Más fino: un hilo

     por el que quiere bajar la estrella:
  para nadar abajo, abajo,
     donde se ve brillar: en el mar revuelto
  de las palabras errantes.

De umbral en umbral

        Invocación a la palabra, a su significado menos aparente. Combate entre lo interior, sombrío, y lo exterior, donde el hablante llegará trepando a lo más alto, a costa de adelgazar su voz hasta hacerla desaparecer en esa contracción (enmudecimiento tal vez). Pero si como dice Beda Alleman se trata del “...poema entendido como anticipo de una realidad todavía no aprehendida...”, las cualidades de interior y exterior podrían invertirse sin que el punto de decisión-indecisión viese menguada su impresionante fuerza.
        De cualquier modo el poeta juega una vez más su vida hacia la profundidad de ese mar de palabras errantes. Porque en definitiva hay algo que contra toda esperanza no puede caer:

Filamentos solares
sobre el desierto gris-negro.
Un pensamiento
alto como un árbol
modula el tono de luz: quedan
aún cantos por cantar más allá
de los hombres.

Cambio de aliento

DESPROTEGIDOS.
Soñados en oblicuo el uno junto al otro.

El aceite alrededor -
espeso.

Con abombados pensamientos
trabaja el dolor.

El luto ido a la cima del haya.

La melancolía, de nuevo sufrida,
vuelve a su ritmo anterior.

Hebras de sol

Fragmentos de sueños, cuñas
impulsadas hacia adentro de ningún lugar
permanecemos iguales a nosotros,
la redonda estrella
a todas partes dirigida
nos da su aprobación

Hebras de sol

Llegando
La penetración en la obra ajena, en particular en la poesía, y más específicamente hermética, opaca a miradas no amorosas, entrelaza el ensayo y la ficción.
        La búsqueda de significados no inmediatos obliga a ficcionalizar la obra ajena y la propia, y desde ese nuevo acceso tal vez imaginar el universo en que se inscribe la obra. Esa alegoría crea un canal, una vía inicialmente estrecha que irá formando el cauce, haciendo familiar el lenguaje, encontrando los puntos de apoyo para la osadía de la interpretación.
        Entonces empieza a dibujarse el problema propiamente dicho. Hemos traído a nuestra presencia una obra ajena, y sobre la base de la empatía, encauzamos una escritura que nos lleve a una comprensión, desde la cual construiremos una alegoría, un conjunto de metáforas. Quizás podamos entonces reconocer-nos, el poeta (su poema) y nosotros. Ese conocimiento (re-conocimiento) no dirá nada a quien que no pueda conectar con la serie de procesos anteriores, o no los pueda reproducir de algún modo. Cada lectura es individual, única, y por admitir ese conjunto de captaciones la obra será de arte. Queda abierto el tópico de cómo ese conjunto de captaciones individuales se constituye en la valoración social de la obra de arte. [Si el arte no conlleva ya la promesa de felicidad, debe al menos conservar la fuerza de verdad que permita la individuación del sujeto en la “sociedad administrada”. En ello radica su calidad de arte y su diferencia con los productos de la industria cultural (Adorno)].

        “La poésie ne s’impose plus, elle s’expose”. Paul Celan, 26-3-69.

       Así se va introduciendo en escena Paul Celan. Un alucinado con su propia historia, con su propia creación, con su salvaje y minucioso saqueo del lenguaje, para después quedarse con un mínimo de palabras que le sirvan. A partir de las cuales irá creando otras nuevas.
        El haber entrado calladamente no significa desmedro para la potencia de su voz, ni mucho menos la de sus motivos. Nunca lo conciso, lo parco, son pobreza o sequedad. Jamás deja de palpitar. Hay un aire aforístico en su poesía y eso obliga a una economía tanto en las palabras como en los efectos.
        El puente alegórico se edifica en el proceso de lectura. Esta construcción se hace siempre a expensas de lo escrito: por cuidadosas que sean las intenciones siempre algo que queda fuera; el ansia de totalidad nos grita su imposibilidad ya desde lo social [Adorno]. El cruce entre la sensibilidad del que lee y ese resto no accesible a la interpretación puede dar lugar a otra obra; mientras tanto el material debe ser machacado una y otra vez para que suelte la sustancia. Mortificar el texto [Benjamin]. Esa mortificación es la que da vida mientras la va cobrando.
        Hay obras por las que el sobrevuelo no proporciona siquiera el placer del pasatiempo. Muy raramente se encontrarán juegos de composición gráfica, nunca tipografía lúdica. No son textos en los que alcance con mirar. El poeta obliga a una inmersión en la que acompañará hasta el final, pero ¡hay que bracear hasta la lejana orilla !

RUTAS-DE-PEREGRINOS-DE-LA-RABIA a través


del exterior y el interior del mar.
Conquista
en lo más estrecho
bajo del corazón.
 (Lo que ahora fluye, nadie lo decolora.)

La sal de una
colágrima
aquí inmersa
las claras torres
de los cuadernos de bitácora
se esfuerza en remontar.

Pronto
nos destellará.

Hebras de sol

        En Celan la naturaleza no es escenográfica, no sirve de fondo paisajístico. Antes bien integra una constelación de intercambios afectivos, emotivos y aún intelectuales entre el poeta y lo externo. Pero externo no es exterior, es una interioridad que se manifiesta y puede ser captada por un otro. Circunda a la poesía como una meninge, imagina una vida dentro de la naturaleza y el sufrimiento que supone.

¿Qué sucedió? La piedra se alejó de la montaña.
¿Quién despertó? Tú y yo-
Lenguaje, lenguaje. Con-estrella. Junto-tierra.
Más pobre. Abierto. Natal.

¿Hacia dónde fue? Hacia lo que no cesa.
Con la piedra se fue, con nosotros dos.
Corazón y corazón. Demasiado pesado.
Volverse más pesado. Ser más ligero.


La rosa de nadie

        La relación con su propia poesía es de lucha por un objetivo paradójico: ampliación del sentido en el proceso de disminución de la cantidad de palabras empleadas. Así, cada mención puede ser entendida en sus múltiples funciones: apelación a lo real, símbolo, invención por necesidad rítmica o métrica, por estrechez del lenguaje usual. Uno de sus poemarios refiere a esa cuestión en su título: Rejas del lenguaje, lo que permite pensar en la reja que cierra accesos y salidas [Sprachgitter significa eso en alemán] y en la reja del arado abriendo surcos, por una admisible inclusión en nuestro idioma. En los dos casos la situación dilemática del creador está presente, con cualquiera el compromiso frente a la lengua es el máximo. Sin embargo esa no es sino la forma de su compromiso, (no «político-social») con el hombre, con la búsqueda de un entendimiento que podrá darse o no, pero que siempre, como él mismo dijo será producto del encuentro, y allí él se hará presente a través de palabras.
        No hay visiones idílicas, (es la poesía después de Auschwitz), aunque la ternura y el humor no quedan fuera:

Es primavera y los árboles vuelan hacia sus pájaros.

Contraluz

        En el terreno del lenguaje se desarrolla también un profundo sentido religioso, de comunión, de búsqueda que linda con el misticismo. Pero si pudiera hablarse de mística laica, éste sería un caso, tales son al mismo tiempo la impregnación y la lejanía de dioses y altares. Relación dialógica de apelación y exigencia, no de aceptación sumisa a mandatos del más allá.
Teología racional, no racionalista, [con la marca del Holocausto], se impone fuertemente, aún en operaciones donde (¿deliberadamente?) hay confusión entre ese Tú que podría ser Dios, una mujer amada, la evocación de un muerto, o cualquiera de nosotros, lectores

FLOR

   La piedra.
La piedra, en el aire que seguí.
Tu ojo, tan ciego como la piedra.

Éramos
manos,
agotamos las tinieblas, descubrimos
la palabra que ascendió al verano:
flor.

Flor –una palabra de ciego.
Tu ojo y mi ojo:
proveen
el agua.

Crecimiento.
Pericardio sobre pericardio
añade hojas.

Una palabra más como ésta, y los martillos
oscilarán al aire libre.

Rejas del lenguaje


O ya más explícito

   TENEBRÆ

Estamos cerca, Señor,
cerca y a la mano.

Maniatados ya, Señor
agarrados los unos a los otros, como si
el cuerpo de cada uno de nosotros fuera
tu cuerpo, Señor.

Reza, Señor,
rézanos,
estamos cerca.

Encorvados íbamos,
íbamos para inclinarnos
hacia la hondonada y el lago volcánico.

Al abrevadero fuimos, Señor.
Era sangre, sangre
lo que derramaste, Señor.

Brillaba.

Nos arrojó tu imagen a los ojos, Señor.
Ojos y boca están tan abiertos y vacíos, Señor.

Hemos bebido, Señor.
La sangre y la imagen que estaba en la sangre, Señor.


   Reza, Señor.
Estamos cerca.

Rejas del lenguaje

       Celan abre una puerta y ahí hay un camino. Dónde lleve ya depende de nosotros. Su obra nos dice en cierto modo que el mayor grado del compromiso aparece en soledad. Si, agregando otra paradoja, quisiera más precisión, la soledad que lleva a la solidaridad. Soledad también es poco, escueto, preciso. Poco es no solo escaso, también es raro. ¿Hay algo tan idiosincráticamente raro y preciso como la obra de arte?

YACES HACIA AFUERA
más allá de ti,


más allá de ti hacia afuera
yace tu destino

de ojo blanco, huido
de un canto, algo llega a él
que ayuda
a desarraigar la lengua,
también al mediodía, afuera.

Morada del tiempo

        El solitario-solidario es alquimista, de cada palabra espera la transmutación, en cada rincón puede iniciarse el resplandor del oro, entonces se habrá concluido la Obra, y estará a las puertas del Conocimiento. Entonces el sufrimiento, el dolor más agudo virará como papel tornasol.

EPITAFIO PARA FRANÇOIS

Las dos puertas del mundo
están abiertas:
abiertas por ti
entre dos luces.
Las oímos golpear y golpear
y traen lo incierto
y traen lo verde a tu siempre.

Octubre, 1953.

Escribir el epitafio para un hijo. Queda casi nada por decir


NEGROS,
como la llaga del recuerdo,
escarban los ojos buscándote
en el país hereditario,
que sigue siendo nuestro lecho
mordido por los dientes del corazón:

por ese pozo debes venir-
vienes.

En el sentido
de la simiente
el mar te cristaliza, en lo más hondo, para siempre.

El nombrar tiene un límite,
sobre ti arrojo mi destino.

Cambio de aliento

“...marcha con el arte hacia tu intimidad más propia y libérate”

El Meridiano

Hablar desde el silencio
La paradoja en pocas ocasiones es tal, sobre todo tratándose de la escritura. La puesta en acto del silencio significaría la no existencia de la obra. La paradoja desaparece en la voz de la escritura, queda latente como paradoja virtual.
        La observación surge a partir de la tendencia al enmudecimiento en la obra de P. Celan. La cada vez más reducida extensión de sus últimos poemas, el cada vez más apretado y disminuido lenguaje, que (otra vez paradojalmente) se conjuga con una ampliación de sus significados, la mayor relación de intimidad que exige entre autor y lector, que daría lugar por su parte, a esos silencios solo posibles entre quienes no necesitan de las palabras para estar en contacto frente a determinadas situaciones. Se puede hablar de una paradoja en el límite del enmudecimiento, en el punto final de la extinción.
        En estas condiciones el enmudecimiento es una potenciación del lenguaje. Obliga a sumergirse en un mundo de significados nuevos. En un poema pulido palabra por palabra como un espejo que crea por detrás suyo una imagen virtual, el enmudecimiento de quien lo recibe responde a su vez con las imágenes de un camino.
        Responder con enmudecimiento es hacerlo en la voz alta de la comprensión. En este cosmos la comprensión no es otra cosa que la inclusión de sus imágenes en una visión de lo cotidiano, donde cada decir pasa de luces a sombras, de ser a no-ser-aún, (según la hermosa figura de Beda Allemann).

El enmudecimiento es un retirarse

En el movimiento hacia el encuentro, que está en la base del poema, el autor deja sus palabras mientras abandona la escena. En ese instante ya está tendido el puente. Su presencia no es necesaria. El encuentro será con la palabra. O no será.
        Pero aquí interesa el gesto previo, la retirada ya en la propia enunciación, en el tono. No son del mismo carácter los mensajes con destinatario conocido que los de la botella al mar. Esperanzados o no, estos últimos dan por descontada la ausencia física inmediata, y se reservan en todo caso para un momento del después.
        ¿Paradojal Celan entre el futuro y el camino hacia atrás del que habla en El Meridiano? Una vez más sí y no, sólo virtualmente, ya que estas afirmaciones son el soporte de una convicción más englobante «...el poema ...de un observador dedicado a lo que se revela, que interroga e interpela, esto que desaparece... Es una pregunta que “queda abierta”, y “que no llega a un fin”, que se dirige a lo abierto, lo vacío y lo libre, nosotros quedamos afuera, bien lejos. El poema busca, creo yo, también ese lugar.»

El Meridiano

El enmudecimiento es una apertura
La retirada deja un sitio, un vacío. Es un lugar para la reunión que el mensaje posibilita. Si éste es tomado, si es aceptado, ese vacío se cubrirá con los frutos del encuentro. El poema puede haber preparado (¿místicamente?) el espacio de ese encuentro. Aunque el punto final vuelva a ser de soledad, ya no será lo mismo, ya no seremos los mismos.

TÚ ESTÁS AFUERA,
sobre ti,

sobre ti afuera
está tu destino,

ojiblanco, para un canto
evadido, algo se acerca a él,         

que ayuda
junto a la raíz de la lengua

también al mediodía, afuera.

Estancia del tiempo

        Entonces el tú se debe volver hacia el afuera, donde están quizás los restos del mensaje en su botella, y es la apertura dolorosa a un canto, tal vez el canto de su destino.
        El ojo puesto en blanco, ¿qué mira?, ¿hacia dónde mira? Es ese ojo que busca las imágenes, los tropos y metáforas, que con el poema quedaron en lo abierto, lo vacío. Celan vuelve a preguntarse por ese lugar: “...¿Investigación de topos? ¡Por cierto que sí! Pero a la luz de lo que debe ser investigado: a la luz de la utopía.
      ¿Y el hombre, y la criatura humana?
        Bajo esa luz”.

El Meridiano


La partida. La llegada
Tenemos otra vez acá la utopía, el no lugar, donde está la posibilidad de la poesía. No toda ella, no cualquiera, y nuevamente vale pensar en tópicos adornianos en cuanto las promesas de felicidad, a la dimensión de lo estético, a la utópica búsqueda de significados en la obra de arte.
       Por supuesto que no cualquiera lo es, aunque no hay restricción que pueda pensarse para cercar la poesía de lo que solo lo intenta de modo epidérmico. La divisoria de aguas ya no trata la interminable disputa entre forma y contenido, teoría y praxis, compromiso y arte por el arte...que nosotros hemos saldado íntimamente. No, la divisoria es una postura frente al arte y al hombre que tenga en cuenta antes que nada la mutilación del sujeto y la imposibilidad de expresarla, de estetizarla totalmente [El todo es lo no verdadero (Adorno)]. Por eso su condición utópica, por eso su obligación de formular interrogantes. El arte, la poesía, es también la pregunta y el camino: “Encuentro lo vinculatorio que, como el poema, me lleva al encuentro. Encuentro algo –como el lenguaje– inmaterial, pero terrenal, terrestre, algo circular, algo que retorna sobre si mismo sobre ambos polos, y con ello, de un modo feliz –hasta cruzando los trópicos– encuentro... un meridiano”. El Meridiano

El que busca, ¿encuentra?
La búsqueda del yo olvidado es otro tema que aparece en esta intervención con la que Celan recibe y agradece el premio Büchner, con nítidas resonancias heideggerianas. Pero, y es la ventaja de la poesía, no ha sido creada una sola obra de arte con cánones totalitarios. La empatía de Celan con Heidegger va más allá de la herida definitiva del Holocausto, pero puede hacerlo porque esta herida está en él y en su obra como cosa indisoluble. La pregunta por el ser, la pregunta por el yo olvidado, tal vez muy a pesar del filósofo, entra en una técnica de la filosofía, no es un encarnamiento. Desde esa distancia, esas preguntas llevarán a una creación intransigente en todos los terrenos, sobre todo en el de su propia humanidad. Aunque ambos expresen esta búsqueda, para uno quedará como un tratado de estudio, compatible con toda clase de claudicaciones morales, para otro será el signo de lo interminable, pero también de lo estéril, de lo provisorio, de lo precario, ante la obligación de la propia vida como acontecimiento entre los hombres antes que entre los libros o la majestad de la cátedra.
       La búsqueda del claro, esa motivación que Heidegger reitera en todas sus indagaciones sobre el olvido del ser, recibe desde Celan un eco no metafórico, es el eco de su propia indagación, ya no teorética, ya no académica, sino plena del sufrimiento y el dolor de quienes no fueron considerados humanos como para tener derecho a esa búsqueda, de quienes fueron erradicados sin haber llegado al claro, en la sordidez de la nacht und nebel, o a la luz de los reflectores que recorrían las alambradas.
       “Es misión del poeta hacer justicia al recuerdo de los asesinados, invertir el juicio de que fueron vidas indignas de vivirse...” (Otto Pöggeler: Celan y Heidegger) Y también misión de todo humano.

Compartir poesía, convivir sufrimiento
La exigencia de amasar arte con vida forma parte de las más altas metas estéticas. Lo otro no produce arte, solo artefactos, condición necesaria, pero sabemos, no suficiente. Cuando cada palabra que se usa contiene simultáneamente lo escueto de sí misma y los ecos de un mundo solo captable en fragmentos, cuya reunión es posible, pero no segura ni definitiva, hay «olor de cercanía».
       Lo mismo vale para un color, un sonido o motivo musical. Celan, está parado, sentado, yaciendo, en esa cercanía

UN GUERRERO

Oyes: te hablo mientras sofocantemente multiplican
  el morir.

Calladamente me bosquejo muerte, callado enfrento
     las lanzas.

Verdad es la cabalgada sin fin. Justo, el casco
   del caballo.

¿No sientes que no ocurre sino una brisa en la ruda?
Sangrando soy fiel a la extraña y enigmáticamente
              querida.

Estoy en pie. Confieso. Alzo mi voz.

La arena de las urnas


        La espera no es entonces interminable, aunque sea indefinida. Pero solo falta abrirse a ella como cuando Celan cita a su vez aquello de que la “atención es la plegaria natural del alma”. Atención y recepción. Entonces llega, puede llegar

EL HUÉSPED

Largo tiempo antes del anochecer
  se hospeda en tu casa aquel que cambió un saludo con la
sombra.
Largo tiempo antes del día
se despierta
  y aventa, antes de irse, un sueño,
un sueño, que resuena a través de los pasos:
tú lo oyes medir de un extremo a otro las lejanías
y hacia allí arrojas tu alma.

De umbral en umbral

Final y principio
Repaso de mundos cuya plenitud es raramente igualada, memoria centrada aunque vagabunda, esta poesía obliga a la concentración, a la inquisición dedicada y amorosa.
        Rinde un tributo y exige el nuestro, tributo éste último que se reintegra a la propia vida acrecido y pleno de riqueza, en los motivos, en la fantasía, lóbrega, por cierto a veces ¿pero no dijo el poeta “...dale también las sombras”?  

22 de julio de 1994

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Pensamiento de los confines
, n. 1, abril de 1995 / Págs. 55-64.