Éxtasis de la blogosfera
Alejandro
Kaufman
Los
romanos vomitaban para seguir comiendo. La violencia es inherente a la
abundancia desmesurada. Si en otras épocas dicha violencia comprendía en forma
ineludible la exclusión de la mayoría, ahora las diferencias se denominan
“brechas digitales”, y son hiatos que sufren la misma suerte cambiante –pero
decreciente- que el conjunto de las riquezas compartidas. La relativa gratuidad
de la red es una variable decisiva. La superabundancia de la red no reside sólo
en la magnitud de sus contenidos, sino también en la velocidad creciente con
que se vuelven accesibles. Cuanto más crece la velocidad del acceso y la
cantidad de los contenidos, más se pone en evidencia el límite subjetivo,
perceptivo –corporal- del sujeto navegante como medida que determina su
relación con la red.
La accesibilidad se ve multiplicada y
provocada por recursos como los blogs, que imponen
una participación masiva e indiferenciada. Las características
espaciotemporales de internet son las que determinan
las condiciones en que las interacciones sociales virtuales adquieren cierto
pulso violento e inasimilable. El desborde existencial que provoca la relación
con internet produce una forma postmoderna del pánico
descrito a mediados del siglo XIX en relación con el anonimato de la
muchedumbre urbana. Embriaga sumergirse en las multitudes virtuales. El pogo de los blogs invita a un
estado entre alucinatorio y suprasensible, al compás de las titilaciones de las
pantallas (las que –no obstante-, en sus mutaciones, hasta se proponen ahora
con fondo negro para ahorrar energía: http://blackle.com/).
Las metáforas que asocian internet con el conocimiento o con la información ya se
están agotando. Internet, como urbe virtual –como ciber-ciudad
más que como ciber-espacio-, va mucho más allá de
cualquier funcionalidad instrumental, para organizarse como hábitat, espacio
situacional de pertenencia existencial, al que tienden a incorporarse las
posibilidades humanas. También la ciudad había comenzado por ofrecer al
urbanita una restricción sensible y experiencial, al encerrar a los humanos en espacios
artificiales dislocados de la “naturaleza”.
La historia
de la ciudad prefigura la historia de internet, cuya
evolución seguramente hará obsoleto el nombre que hoy recibe, para articularse
en forma orgánica con el hábitat urbano. El wi-fi generalizado y gratuito va a ser un hito de esa
integración. Se han vuelto obsoletos también los discursos sobre la mera
abundancia o libertad virtuales, dado que pululan clausuras y distinciones de
todo tipo, barreras y límites que hacen posible la interacción social, la
alternancia entre el encuentro indiscriminado y orgiástico, y la íntima
penumbra doméstica.
¿Servirá pensar así experiencias como la
de la blogosfera? Tampoco se puede asegurar eso en el
largo plazo, pero por ahora aquello que dirige la proliferación virtual que va
modelando más y más nuestros entornos parece ser la matriz urbana, con la
densidad que le confieren los diez mil años de su historia.
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