Tanto en Alemania como en Austria, al
buscar material sobre Karl Kraus o su revista Die Fackel
en una librería moderna o de libros usados, se nos señalará
una amplia sección catalogada bajo el moto “Publizisten”,
próxima a “periodismo/ revistas”, cercana a la de “libros por
autor…”. La primera impresión es la de haber sido víctima de
una broma estúpida del librero. Pero ocurre que en la cultura
de habla alemana, el publicista, lejos de ser un individuo dedicado
a la producción de publicidad – Werbung – implica un
plus categorial, un estatus de especialidad que le habilita
a dedicarse exclusivamente a la opinión.
Y aquí la difícil
tarea de darle a Kraus una categoría periodística que no sea
del todo periodística sin que deje de remitir al periodismo,
más la sorpresa de no hallarlo reconocido como ‘escritor’ en
las librerías. Aunque por cierto no tan impactante como cierto
archivo de cortometrajes caseros, donde un Kraus agazapado detrás
de una larga mesa derrama su mirada sobre unas hojas y eleva
unas manos de dedos largos como juncos al grito de “¡CUERVO!
¡CUERRRRVO!”.
Los calificativos,
en todo caso, resultan o exagerados o pobres. Else Lasker-Schüler
propuso los sobrenombres de “Papa negro” e “hijo de Lama”, Walter
Benjamin lo estimó un “Cáliban” y un “juez”, el investigador
Edward Timms, más contemporáneo, lo trabajó como “satírico maestro
de máscaras”, y así se podría seguir enumerando indefinidamente.
Y es que hay un Kraus para todas las miradas posibles, lo que
también lo hace hasta cierto punto inaprehensible.
¿En qué medida la obra de Karl Kraus encuentra
una recepción en el ámbito intelectual, académico? ¿Fue realmente
Kraus un periodista ‘anti-periodismo’ o un escritor? ¿Fue un
teórico de la lengua, la moral, la ética y la estética, o su
juez? ¿Fue Die Fackel una revista – cultural, crítica,
política, progresista/denuncista-, o es cada ejemplar apenas
el capítulo de una larga novela satírico-realista-biográfica
sobre 36 años de historia que atraviesan la carne de un individuo?
¿Fue Kraus uno de los pocos críticos que avizoró Holocausto
y postmodernismo en el análisis de elementos terribles de lo
moderno que tal vez, y bajo otras máscaras, aún permanecen vigentes?
Académicamente, existe un intenso estudio
sobre la obra de Kraus emprendido en los diferentes Institutos
de Germanismo de las universidades europeas (1). El volumen
de su obra llega al límite de lo inconmensurable. Además de
una importante reimpresión del Die Fackel a fines de
los años 70, entre las décadas del 80 y el 90 cobró un importante
impulso la tarea de archivo de documentos escritos y audiovisuales,
de construcción de catálogos temáticos y localización de lecturas
públicas de Karl Kraus, sus intervenciones en ciclos radiofónicos,
la reedición de escritos centrales en volúmenes, la selección
y recuperación de correspondencia y fotografías, la edición
de guías para identificar hechos e individuos mencionados, el
rastreo testimonial de memoria histórica (2). El diccionario
misceláneo del Die Fackel – casi tan impagable como la
colección completa de la revista y su edición en CD-ROM- es
otra maravilla de este arduo trabajo de investigación y archivo.
En 1999, y gracias a este importante proceso de recuperación
documental, fue posible realizar una gran exposición del Die
Fackel cumplidos los cien años de su fundación (3).
La cantidad
de trabajos de doctorado realizados sobre diferentes aspectos
de la obra y del pensamiento de Kraus sigue creciendo, y ya
en 1988 se ha editado una compilación de escritos tempranos
(4), todo el material literario publicado por Kraus en ediciones
de autor y en revistas y periódicos antes de la fundación del Die Fackel en 1899. Académicamente también, existe una
tendencia a dejar de lado la obra de Kraus, por extensa, o lo
que es aún peor, para dictar seminarios sobre sus amoríos, un
despropósito krausiano como pocos. Esta oscilación dentro del
mundo académico recuerda decisivamente la línea demarcatoria
que postula enérgicamente Kraus entre el “caso Dreyfus” y el
“affaire Dreyfus” – la parrafada periodística sobre el
juicio-. El resto, de por qué Sydonie Nadherny “sí rompió las
cartas, pero antes las transcribió a su diario íntimo”, le resulta
poco interesante a cualquiera que tenga ganas de discutir, maldecir,
revalorizar, analizar y releer pasajes de la obra de Kraus,
lo que, en realidad, también es discutir, maldecir, sorprenderse,
alegrarse, enojarse y releerse a sí mismo de cara a la propia
elección, la de haberse metido con la obra de tal individuo.
Como
se explica más arriba, resulta muy difícil caracterizar el desempeño
de Kraus con apenas un calificativo, una función (juez y actor
de la realidad, escritor, especialista de opinión, esteta, moralista,
apartidario-partidario, amigo-enemigo del Expresionismo, defensor
de la reivindicación de las identidades nacionalidades al interior
del imperio, judío asimilado, cristiano, egocéntrico de profesión,
socialista, recitador carismático, traductor… y hasta pseudo-cabaretista,
si es que se ha tenido la oportunidad de oírle cantar un fragmento
de “Los últimos días de la humanidad”, “La ronda de la prensa”,
editado en CD… latinista, abogado del cielo y del infierno,
jurado, actor, corrector de estilo, lingüista… y, a fines de
permanecer en lo mesurable, un individuo peligrosamente ambivalente)
y una revista.
La posibilidad
de tomar al Die Fackel como algo más que una pubicación
trimestral siempre resulta un tanto provocativa, aunque ni del
todo errada o poco tentadora desde la perspectiva de la biografía
de época, la de un hombre y su tiempo histórico. Pues de ser
así, habría sido escrita a lo largo de 36 años de manera ininterrumpida
–excepto por algunas confiscaciones y engorros de la ley de
censura previa–. En todo caso, Die Fackel perteneció
a un editor que fue escritor, “especialista de opinión”, traductor
y poeta y que excepto entre 1903 y 1911(5), escribió su periódico
sin colaboradores ‘internos’. Esto sólo quiere decir que Die
Fackel nunca fue realmente escrita por un sólo individuo
–en general existe un consenso académico diametralmente opuesto
sobre este asunto-, pues la publicación de contenido epistolar
central y secundario es una voz paralela de refuerzo, tan presente
como el recurso de las citas textuales de autores clásicos y
de la prensa diaria. Contenido epistolar central que es publicación
de cartas con nombre y apellido y contenido epistolar secundario,
respuestas del editor a las cartas de lectores, casi nunca con
publicación de la fuente, menos aún si se deja claro la imposibilidad
de responder por escrito a posibles insultos (6).
Si tomamos como
muestra los 27 números correspondientes al primer año editorial,
12 de ellos incluyen correspondencia de otros individuos en
tanto espacio central de expresión (7), y no en las últimas
páginas de la revista. El contenido escrito sólo por Kraus arroja
un 55,56 % del total (8. Sí existe, en cambio, un criterio
absoluto de selección temática y edición, más un efecto de discurso
absoluto manipulado alternativamente en la enunciación de la
palabra –una división caprichosa entre un ‘yo’ y un ‘nosotros’
editorial, o exclusivo, que nunca deja de ser un ‘yo’–. El efecto de un discurso absoluto se plasma en la denuncia que expone
las trampas de sus contemporáneos y en la búsqueda de una ‘verdad’
como reclamo de una deuda impaga de lo moderno con sus hijos.
La capacidad
profética de Karl Kraus deriva de su obsesión implacable por
el seguimiento de la actualidad, de su agudo análisis histórico,
de su metodología de ‘análisis cultural’ hacia atrás, hacia
el pasado, que en algunos aspectos se podría poner en contraste
con la Escuela de Frankfurt, o al menos dejar la pregunta abierta,
la de si hubo efectivamente alguna “iluminación” compartida
o no.
Lo cierto
es que muy difícilmente entren a las páginas del Die Fackel individuos o hechos claros y “limpios”, libres de corrupción,
o del antojo estético de Kraus, y que el proceso de interpretación
y escritura los libere. Todos salen amargamente desnudos y con
cadenas en los tobillos. La crítica implacable de la red argumentativa
obliga al lector a volver sobre las palabras una y otra vez.
El recurso a la injuria y la sátira, la inmaculada cita de los
clásicos y la transcripción de fragmentos mal escritos de la
prensa liberal, busca un saneamiento interno
del lector, para que engendre un pensamiento crítico
propio, libre de fraseologías y juicios estéticos implantados.
Aunque la mayoría de las veces el lector del Die Fackel fue poco agradecido y no se dejó “iluminar por la luz de la
antorcha”. Aprendió principalmente a odiar al “cretino” de su
editor, pues, según el caso, la sátira funciona como un recipiente
de estiércol arrojado en plena cara (8.1).
II. La
caza del escorpión: Herzl, Dreyfus, Lueger, Liebknecht y la
prensa.
En una carta paternal publicada en el número 2 de Die Fackel,
Maximilian Harden, que saluda el emprendimiento, alecciona:
Espero que aprenda
a reconocer cada vez mejor que la desgracia de la institución (periodística) no proviene de las personas. El periodismo
se ha vuelto un oficio gran capitalista, una empresa que hace
dinero dirigida por personas ajenas al trabajo que orientan
el camino acorde a sus intereses privados. El periodismo se
ha vuelto lo que podía ser.
¿Qué deben hacer las personas con
medio y tres cuartos de talento? Usted se arrastra sobre un
territorio que está caliente (9).
El primer año en el que este Kraus “rastrero”
publica el Die Fackel, alguna contratapa recuerda al
lector la existencia de dos obras satíricas de su editor “al
alcance en todas las librerías”: Die demolierte Literatur
(La literatura demolida) y Eine Krone für Zion (Una corona
para Sion). En parte, el primer año de la revista va a continuar
y profundizar elementos argumentativos presentes en estas dos
obras. Los grandes ejes temáticos son, por lo tanto, dos: antisemitismo,
nacionalismo y prensa liberal
–las figuras privilegiadas son Theodor Herzl, Karl Lueger,
Richard Dreyfus y Wilhelm Liebknecht- y el tráfico de influencias
en las esferas del arte (literatura y teatro) y la comunicación
- de carácter más marginal durante este primer año editorial–. El primero de ellos se dedica
al tratamiento crítico de temas controversiales –eje fundamental
para el análisis del proceso de construcción de legitimidad
para este tipo de publicación–. El segundo trabaja sobre la interdependencia política y económica
dentro del campo cultural y comunicacional, la retórica y acción
de los Cliquenwirtschaft (grupillos económicos o financieros). El empleo
de la lengua atraviesa el análisis en todo momento. Ambos temas
centrales, a su vez, se interconectan en diversos recorridos
argumentativos. Tomemos un ejemplo en torno a Theodor Herzl:
corresponsalía en Francia en 1894 –reapertura del caso Dreyfus en 1899– Judenfrage- sionismo- affaire Dreyfus-
literatura- Neue Freie Presse- sociedades de acciones-
política imperial (Una corona para Sion, La literatura demolida, Die Fackel 1899): antisemitismo, nacionalismos y prensa,
el tráfico de influencias en la esfera del arte y la comunicación.
En 1894, Theodor
Herzl, que se encontraba haciendo una corresponsalía en Francia,
publica un artículo en la Neue Freie Presse donde califica
"infantil" la idea de buscar el lugar geográfico de
la tierra de origen. La tierra de origen estaría en el aprendizaje
de la religión, en la continuidad de la memoria. La prosecución
de la esperanza del retorno, pondría a los judíos en el paradójico
reconocimiento de una 'no identidad' de conjunto (9.1). De este
modo resume el estatus de asimilación lingüística y económica
al de nacionalización y deja afuera la tensión ejercida sobre
una identidad cultural suspendida entre la sangre y las ventajas
y desventajas del ingreso a la profesión liberal ejercida en
un territorio ya constituido. El caso Dreyfus es el disparador
de este ya mencionado desencanto de Herzl con Francia. Allí
es testigo de manifestaciones antisemitas que le recuerdan las
peores amenazas del pangermanismo de Schrönerer, sus manifestaciones
por las calles de Viena entre los años 1887 y 1888.
También en 1894 el
líder socialdemócrata alemán Wilhelm Liebknecht se encuentra
cumpliendo una condena de cuatro meses en prisión. La realidad
atraviesa los muros de su celda en la lectura sistemática de
periódicos franceses y alemanes. Liebknecht, familiarizado con
los juicios por espionaje, advierte hondas diferencias en el
tratamiento de hechos y móviles en la prensa de una y otra nación.
Los periódicos alemanes sostienen la inocencia de Dreyfus, exageran
en descripciones inconducentes, demonizan a Francia con una
retórica popularizada durante la guerra franco-prusiana. Liebknecht
duda. En aquél entonces, e incluso en el período correspondiente
a la revisión del caso, "el movimiento antisemita francés
es insignificante en comparación con los de Alemania y Austria"
(10).
Herzl,
por su lado, comienza a poner en cuestión la verdad de la asimilación
y su identidad en un proceso asimilatorio que hasta entonces
se había desvanecido tras el éxito de su escalada liberal y
su desempeño como periodista. De este modo decide abandonar
su corresponsalía en Francia y en 1895 crea el movimiento sionista
junto a Max Nordeau, compañero de la Neue Freie Presse,
escritor y, al igual que el propio Herzl, judío asimilado de
origen húngaro. El sionismo no se autoproclama partido político,
sino movimiento. Movimiento nacional judío, sionismo como "jüdische Volk unterwegs"(11). Para llevar adelante su proyecto, Herzl
saca fruto de su posición dentro del periódico, genera congresos
de discusión, se vale de su capacidad como folletonista, escritor
y libretista para llegar a la judería que todavía permanece
entre las paredes del gueto. Ellos son principalmente los judíos
del este de Europa, los no asimilados. Y el caso Dreyfus, el
foco de la prensa nacional e internacional, se convierte en
la prueba de fuego. La emancipación, esa asimilación europea,
no es efectiva, no es justa ni es "nacional". Entre
el primer juicio a Dreyfus y su reapertura en 1898 tras la confesión
del mayor Hubert Joseph Henry, el partido socialcristiano gana
la alcaldía de la ciudad de Viena a través de Karl Lueger.
En este entorno
sale a la luz la publicación de Kraus, cuando ya se empieza
a avizorar con más fuerza el peligro de los partidos nacionalistas,
lo endeble de la Judenfrage, que se actualiza en el tamiz
del antisemitismo presente en un caso de espionaje, y el tratamiento
global realizado por la prensa diaria. A partir de ese momento,
Die Fackel no dejará de atacar con voracidad ni
el emprendimiento de Herzl ni la persona de Herzl y su camarilla
de colegas periodistas-escritores. El ataque al sionismo ya
aparece en el primer número, forma parte de la lista de seres
y situaciones que marcan la catástrofe moderna, que encarnan
la decadencia y la corrupción a las que va dirigido el saneamiento
intelectual propuesto por la revista.
Se llaman a
sí mismos “sionistas”, a través del griterío nacional quieren
una nueva existencia en el satisfecho y contaminado Imperio
austríaco, una existencia a la que privilegian como pueblo judío,
e imponen ansiedad por una loada tierra de origen a los
inofensivos y dichosos paseantes que huyen del excremento
antisemita (12).
Pero el artículo
no está dedicado exclusivamente a la figura de Herzl y su movimiento,
se menciona a la prensa, a los periodistas, al caso Dreyfus.
Dreyfus y Herzl significarían el fracaso de la asimilación en
el sistema jurídico y la victoria de la corrupción periodística
inserta en el mapa de un sistema financiero que reproduce su
aventura política en el campo cultural. Dreyfus y Herzl no significan
menos el fracaso de una nación 'civilizada', en este caso Francia
y sus cimientos humanistas, que la prensa el de la verdad de
una información objetiva.
Queda la pregunta de si
el interés dogmático de lo judío clerical, al final no podría
causar mayor desastre que todo antisemitismo. Esforzados, los
judíos después de 4.000 años de instrucciones como “pueblo elegido
que no se mezcla con otros pueblos” – ellos no deben cosa semejante–
explican a Dreyfus cual dedo índice de su Dios contra
la asimilación (13).
En
lo que se refiere a la presencia de Lueger dentro de la tensión
Herzl-Dreyfus, es el temprano pangermanismo de Schönerer el que posibilita
el surgimiento de un partido como el socialcristiano, que recluta
a las clases medias y bajas en sus aspiraciones truncadas de
ascenso económico y sentimientos nacionalistas, sectores que
el pangermanismo –liberal y aristocratizante– había dejado de lado. Lueger había militado inicialmente en las filas
liberales y luego, desencantado por el "grado de corrupción"
(14), se les opone definitivamente junto a los demócratas. El
campo abierto por Georg von Schönerer –quien además era dueño del Deutsche Volksblatt
y el Ostdeutsche Rundschau, dos periódicos que utilizaba
como órganos de su partido– le permite crear una coalición socialcristiana
que progresivamente obtendrá una fuerte posición en el Parlamento.
La misma, constituida por ex- liberales, demócratas y clericales,
contó con un elevado número de miembros pangermanistas y, aunque
el partido era abiertamente antisemita, Lueger no habría contado
dentro del grupo de los más radicales (15). Se limitaba a hacer
comentarios descarnados y algo escandalosos que llevaran al
choque a la prensa liberal. Y así ocurría. La Neue Freie
Presse publicaba estos ataques, cuando no inventaba excusas
para atacar sus emprendimientos legislativos y urbanos, dejando
de lado toda crítica ideológica concreta.
Die Fackel reconoce a Lueger como un líder marcadamente antisemita, aunque
lo atiende como una criatura que ha tomado posición en una fisura
del conflicto de poder. En 1899 Lueger eleva una reforma electoral
al Parlamento a través del Arbeiterverein.
La longeva corrupción del
ser de nuestro país desagrada por fuera, los antisemitas como
escolares aplicados se han calzado la cómoda palabra látigo
“defensa de la propiedad” como esencial para ellos mismos. Reformas à la Prix llevadas a cabo por un Lueger, les dará la
posibilidad futura de ganar influencia nuevamente en el ayuntamiento
(16).
Para Die Fackel,
la existencia de un Karl Lueger en la alcaldía de la ciudad
de Viena se debió al fracaso, la imprudencia y la falta de escrúpulos
liberal. Por este motivo, deja que el antisemitismo hable por
sí mismo a través de hechos concretos y se limita a juzgar y
castigar la negligencia de periódicos liberales como el Neue
Freie Presse, quienes dejaron mucho que desear a la hora
de forjar un discurso serio de oposición.
Herr Dr. Lueger festeja
ahora el triunfo que le ha preparado la torpeza de su opositor.
Los diarios liberales de Viena han intentado luchar contra su
oponente político con no poca falta de comprensión, y mediante
ataques en el área técnica. En primer lugar aseguraron en consenso
que la nueva instalación de gas no estaría terminada, después
pusieron énfasis en la poca probabilidad de que las conexiones
estuvieran listas en los hogares según el tiempo acordado.
(…)
Al final, cuando
se encendió la nueva luz de gas, en sus páginas decía que iluminaba
mal, días después se reconoce que ilumina tan bien como la antigua
(17).
En el flanco opuesto
a la coalición de Lueger, la socialdemocracia de Viktor Adler
reaccionaba tanto a un liberalismo congraciado con el militarismo
y el poder de la corona como al partido socialcristiano. Entre
ambos, los nacionalistas chechenos y serbios, que se postulaban
como representantes del malestar multiétnico, amenazaban con
la irrupción del caos y disolución imperial. El socialismo comenzaba
a ver en los territorios de los Habsburgo el difícil ideal de
internacionalismo, Herzl se dirigía a los guetos. Lo que para
el socialismo era el mayor problema inicial a resolver, esto
era, romper la barrera del idioma para tener una llegada efectiva,
fue el punto fuerte de Herzl. En este contexto, la cohesión
lingüística adquirió un valor relevante en el conflictivo concepto
de lo nacional y la "ciudadanía".
En cada uno de sus ensayos,
Kraus pone de relieve lo absurdo de un rápido efecto de asimilación
a través de los intereses de la empresa. El proyecto de Herzl
le resulta escapista,
fantasioso, lejano al intento de encontrar una solución real
a la ley de la excepción, al derrumbamiento de las paredes del
gueto, o a una "reforma en la educación judía sin pérdida
en la tradición y la creencia"(18). Die Fackel afirma
que la cultura judía ya sería parte de la cultura de Europa
y mediante el caso Dreyfus desgarra las vestiduras del sionismo,
y a través del affaire Dreyfus señala la falta de integridad
de la prensa diaria pues en ella reconoce una “otra” presencia
y, violentadora, la fraseología como inmoralidad de la lengua.
Entre los números 18 y
21 de Die Fackel, se publica la colaboración externa
de Wilhelm Liebknecht. No tanto porque Kraus esté empezando
a desarrollar interés en el poder de oposición de la socialdemocracia
y su lucha contra el liberalismo como por un reconocimiento
de neutralidad respecto de las posiciones chauvinistas que caracterizan
al tiempo histórico. Liebknecht escribe como intelectual lúcido,
poco le importa ocupar un lugar de controversia al decir que
"no cree en la inocencia de Dreyfus". Todo le resulta
un espectáculo montado por la prensa, además del pésimo desenvolvimiento
del aspecto legal francés.
Al
comienzo de mi primer artículo, dije: yo no creo en la inocencia
del capitán Dreyfus. Yo he dicho a lo largo de mi argumentación:
no existe una absoluta certeza sobre la culpa de Dreyfus (19).
Y como Kraus, Liebknecht
hace responsables a los medios de prensa del envilecimiento
de la claridad crítica, de confundir y trocar premisas, de no
poder asumir un rol verdadero en cuanto a la exposición de las
culpas, las dudas, las responsabilidades, la propia conciencia.
(…): nuestra
prensa burguesa, que echó tantas lágrimas y compasión por Dreyfus,
que durante todo el año y día a día envió al mundo un humillado
sentimiento del derecho con apasionada verborragia, qué ha hecho
por esta víctima de la justicia nacional de clases, reconocer
ella misma la inocencia de Dreyfus, la justicia que seguramente
el Consejo de Guerra francés no concede? ¿Qué ha hecho la prensa
burguesa? ¡Absolutamente nada!
Charity begins
at home.(...)
La
prensa de los países libres se diferencia de la prensa de los
países que no son libres porque oculta los perjuicios que acontecen
en casa y se ocupa de ellos en segundo lugar, en primer lugar se ocupa de lo ocurre en el
extranjero, mientras que la prensa de los países que no son
libres agrandan el velo sobre los daños que acontecen en casa,
los mismos que contrariamente son registrados en el extranjero
con lupa y lente de aumento. En el affaire Dreyfus, la
prensa alemana ha probado con sobresaliente empeño su falta
de libertad (20).
Juicio (publicado
en la Neue Freie Presse): “La voz de Dreyfus es agradable,
y su compostura y su forma de hablar son las de un inocente”
(21).
En la medida que Die
Fackel denuncia y rechaza el "antisemitismo judío y
el judaísmo antisemita" (22) por igual ¿qué lugar le corresponde
a su editor, que es un judío asimilado? ¿El lugar de un juez?
Kraus asume una posición dentro del corrillo de escorpiones
que actúan en la Viena de 1899. La crítica es también profunda
autocrítica sobre el lugar y el rol que le toca en este contexto,
el de ya no ser “un exegeta parado sobre un lugar seguro y alejado”
(23). Y la prensa liberal y literaria es quien tiene mayormente
“la culpa”, quien le hace imposible seguir ocupando este lugar
de exegeta. Pues la razón de ser de la prensa le habría mostrado
su impudicia en el ataque al antisemitismo mediante argumentos
falaces que nada tienen que ver con la violencia de la acción
antisemita concreta; la razón de ser de la prensa habría sido
impúdica porque funcionó como fortaleza protectora de una mala
conciencia política; la razón de ser de la prensa habría sido
impúdica, porque sólo a la luz del caso Dreyfus y el surgimiento
del movimiento sionista regresó a una Judenfrage por
largo tiempo ignorada, la razón de ser de la prensa habría sido
impúdica porque, pese a la defensa de sus propios intereses,
fue incapaz de asumir un espacio de oposición relevante y porque,
sin el menor asomo de mala conciencia, habría sobreexpuesto
la interdependencia económica y política del campo cultural.
¿Y por qué no? ¿Acaso no era Viena un lugar opresivo y majestuoso,
un lugar “donde todos conocen a todos” y donde se sabe “qué
mano se mete en el bolsillo ajeno”? (24).
Aquí las injurias
de Kraus hacia el Grupo de la Joven Viena, Herman Bahr, la Sezession,
los críticos literarios, las piezas de teatro, las reuniones
del Concordia Club (25), la concentración de capital
y el vínculo entre entidades bancarias y periodísticas –“economía
de cliqué”– asumen un espacio anecdótico.
El compromiso de Die
Fackel irá ‘aumentando y mutando’ a través de los años,
aunque muchas de sus características centrales se forjan aquí.
Un primer año editorial que comienza a construir una legitimidad
de la palabra con una abierta declaración de guerra a los discursos
hegemónicos.
Notas.
(1) Además de universidades de habla alemana, existe gran interés
por la obra de Kraus y del Die Fackel en Londres. En
general, los simposios salen editados en inglés y alemán.
Karl Kraus in
a new perspective. London Kraus Symposium. Edited by S.P. Scheichl
and E. Timms. München.
1986.
(2) El Diccionario de “Die Fackel”
consta de tres volúmenes, el primero de ellos es el Diccionario
de los modos de hablar, editado en 1999. El segundo volumen,
Diccionario de insultos, y el tercero, Diccionario ideológico,
se encuentran en preparación en la Academia de Ciencias de Austria
(Österreichischen Akademie
der Wissenschaften).
El
Personenregister (registro de personas mencionadas en
Die Fackel), fue editado por Franz Ögg. Suhrkamp, 1998.
Unos de los más completos registros de documentación son los
Kraus Hefte (cuadernos de Kraus), editados por el Dr.
Sigurd Paul Scheichl (Universität Innsbruck/Institut für
Germanistik) – quien también, junto a su equipo, ha montado
la exposición sobre el Die Fackel en el Jüdisches
Museum de Viena – y el Prof. Dr. Christian Wagenknecht (Universität
Göttingen/Seminar für deutsche Philologie). Los cuadernos
salieron entre 1977 y 1994 de manera trimestral.
(3) La exposición tuvo lugar en el Jüdisches Museum
de Viena. Es aquí donde tuve la oportunidad de ver los cortometrajes
caseros de Kraus sin tener que padecer penurias burocráticas.
(4) Karl
Kraus: Frühe Schriften. Band I: 1892 - 1896.
Band II: 1897 - 1900. Band III: Erläuterungen
von Johannes J. Braakenburg. Frankfurt: Suhrkamp 1988.
(5) Entre otros, sus páginas cuentan con aportes de Wedekind,
Altenberg, Viktor Adler, Otto Weininger, Strindberg, Stefan
Törmörkeny, Oscar Wilde, Egon Friedell, María Heim, Fritz Wittels,
Albert Ehrenstein, Erich Mühsam, Paul Scheerbart, Otto Soyka,
Robert Scheu, Albert Ehrenstein, Egon Friedl entre otros. Sólo en esta segunda etapa, son varios los ejemplares - cerca de 20
- que sólo contienen la palabra de Kraus en la sección de respuestas
del editor. Algunos de estos artículos y otros de Kraus serán
reimpresos en Der Sturm.
(6) “Las cartas anónimas que prescinden de contenido objetivo
y estímulo positivo, no podrán ser respondidas”. Kraus,
K. Antworten des Herausgebers. In: Die Fackel,
Nr.6. 1899. Wien: S.28
“Las interpelaciones anónimas no serán respondidas”
Kraus,
K. Kraus, K. Antworten des Herausgebers. In: Die Fackel,
Nr.14. 1899. Wien:
S.24
(7) Entre la correspondencia
más relevante, Die Fackel cuenta con los aportes de Wilhelm
Liebknecht, Karl Adler, Wilhelm Ellenbogen, Maximilian Harden
y Arthur Holistcher
(8) En lo que respecta a las
respuestas del editor, sobre un total de 27 ejemplares con un
promedio de 28 páginas cada uno, sólo el total dedicado a respuestas
suma alrededor de 32 páginas, cantidad que por sí sola permitiría
publicar un número suelto.
(8.1) Leyendo las respuestas a las cartas de lectores se puede
advertir una tercera posición respecto del Die Fackel
-entre el amor y el odio-, una tercera posición nada despreciable
numéricamente: el ‘lector morboso’, al que no le basta leer
su pseudónimo o la respuesta que le corresponde en la última
página de la revista, y tampoco parece tener en mente el hacer
justicia colectiva o desbaratar la corrupción. El lector morboso
acusa, entrega nombres y hechos insignificantes con la esperanza
de que sean trabajados e investigados, quiere ser mentor. Kraus
les responde siempre un par de líneas con mucha amabilidad.
(9)
Harden, M. Brief. In: Die Fackel. Nr.2., 1899. Wien: S. 3,4.
(9.1)
Kraus, K. Ein Beitrag zur Geschichte der zionistischen Bewegung.
In: Die Fackel. Nr. 16, 1899.Wien: S.23-24
(10)Liebknecht,
W. Nachträgliches zur »Affaire«. In: Die Fackel.
Nr. 18-21.Wien, 1899.
(11) Holitscher, A. Brief. In: Die Fackel. Nr.15 1899.
Wien: S. 8-11
(12) Kraus, K. Die Unabhängigen. In: Die Fackel,
Nr. 1, 1899. Wien: S..4.
(13)Kraus, K. (ohne Titel). In: Die Fackel, Nr. 7, 1899.
Wien: S.4.
(14)Lueger era abiertamente antisemita,
de manera que muy posiblemente se haya distanciado del partido
liberal debido a la elevada cantidad de miembros de ascendencia
judía.
(15)
Steven Beller cuenta, entre otros ejemplos, que en una reunión
del Musikvereien, Lueger hizo afirmaciones provocativas
sobre la culpabilidad de Dreyfus frente a miembros judíos del
liberalismo; Görlich y Romanik en su Geschichte Österreichs, ponen el acento en
las grandes mejoras urbanas realizadas por Lueger, mencionan
su postura antisemita pero evitan entrar en detalles.
Para un perfil más abarcativo de la persona de Karl Lueguer,
ver: Karl Schorske. Wien. Geist
und Gesellschaft im Fin de Siècle. III Kapitel. Piper, 1997.
Deutschland (existe
edición en español).
(16) Kraus, K. (ohne Titel). In: Die Fackel, Nr.10, 1899.
Wien: S.2
(17) Kraus, K. (ohne Titel). In: Die Fackel, Nr.22, 1899.
Wien: S.20.
(18) „Jüdischer Religionsunterricht“ (Anonym). In: Die Fackel,
Nr.13, 1899. Wien.
(19) Liebknecht,W.Nachträgliches zur »Affaire«,zweite
Folge.In: Die Fackel, Nr.19, 1899. Wien: S.5.
(20) Liebknecht,W. Schlusswort. In: Die Fackel,
Nr. 21.1899.Wien.
(21) Lapidares aus der “Neuen Freien Presse“. In: Die Fackel, Nr.14, 1899. Wien:S.22.
Se trata de una sección flotante dentro de la revista, una
suerte de cementerio de frases mal escritas publicadas en la
Neue Freie Presse.
(22) Kraus,
K. (ohne Titel). In: Die Fackel, Nr. 11, 1899. Wien:
S.1-6.
(23) Kraus, K. (ohne Titel). In: Die Fackel, Nr.1, 1899.
Wien: S. 1-3.
(24) Kraus, K. Die Vertreibung aus der Paradiese. In:
Die Fackel, Nr.1, 1899. Wien: S. 14.
(25) Concordia Club. Concordia
es el nombre de una sociedad de fondos de pensión para escritores,
libretistas y periodistas. En la práctica, tuvieron mayor poder
los periodistas de los diarios liberales y los empresarios que
los actores y los escritores. En el número 26 de 1899 de Die
Fackel. Kraus relata una velada escalofriante en el Sophiensaal,
aburrida, con la presencia de los periódicos oficiales y liberales,
excursiones de pandillas al guardarropas, personajes ausentes
sin anuncio, discursos interminables y, lamentablemente, sin
el programado show de coristas y baile.