La Judenfrage es siempre actual en el Imperio austríaco y reseñarla no requirió
de ninguna predisposición especial para nosotros. Cada día traería
el pequeño resultado de la desproporción que por un lado, es
explotado con un pathos espantoso, por el otro, con una furia inarticulable. Así es
la pregunta aquí y en otros sitios, y a través del confuso y
revuelto abuso espiritual ha adquirido tres interpretaciones:
religiosa, política y social. Si sus voceros quieren tratar
lo religioso, entonces corren la totalidad hacia el campo de
lo político, si quieren expresarse someramente sobre realidades
sociales, empujan el catecismo y el Talmud a un primer plano…
y así en todas las combinaciones posibles. De comienzo nos resulta
inequívoco reseñar el lado de la creencia. Antes que nada lo
confesional, tratado con cautela por los filosemitas débiles.
Si bien es cierto que en el transcurso de 2000 años y según
la necesidad la Judenfrage fue instalada por los gobiernos occidentales como tema candente,
también que según el momento fue tratada de modo impulsivo por
los pueblos. El odio judío jamás ha inventado detalles, sólo
los ha explotado. Su comienzo es explicado de sobra a través
de la autoafirmación religiosa de los judíos en un Estado: luego,
tanto en creencia como en odio, la ley de la pereza se torna
obsoleta.
Es cierto que para el juicio moderno cada
autoafirmación es la más importante en términos de relación
económica – más aún que aquella mediante el empeño mercantil,
más inescrupulosa que el ya aclarado punto de vista comercial
de los judíos en cuanto a los bienes de venta- pero la religión
es la primera fuerza motriz de este poderoso desarrollo basado en la excepción. No directamente
a través de sus reglamentos, como quisieran demostrar tanto
el intérprete y como el falsificador del Talmud, sino a través
de la fuerza de la condición de aislamiento que se les ha deparado
a los judíos. Así sigue causando efecto una creencia que todavía
hoy prueba seriamente la fortaleza y el raciocinio de los ortodoxos
orientales – y así trae un prejuicio social relativo para quienes
le reconocen, y también para sí misma, aunque no siempre de
manera material -. A través de ella parece causada la historia
universal del rollo (1) de este pueblo. Pero duda de ello quien
se defienda en el conocimiento de doctrinas unilaterales de
las ciencias naturales. Nosotros consideramos el cráneo humano,
con un cerebro que aún piensa y acciona, como un argumento más
fuerte que el de 60.000 cráneos con una fuerza reflexiva ascendente
en ataúdes medidos en centímetros.*) Es sabido que las diferencias raciales han intervenido en el aislamiento
de los judíos; pero principalmente han conducido un particular
desarrollo religioso en lo social. Cada uno por sí sólo jamás
habría fundamentado la necesidad de una mezcla racial de modo
relevante. El romano, en la decadencia del Imperio, se mezcló
con bárbaros, quienes debieron haberle parecido de calidad inferior
a los judíos, y por encima del asco hacia esos limitados de
los que se burlaban sus satíricos, del sabido rechazo hacia
alimentos y formas de vestir, nada contribuyó a que el romano
reconozca la capacidad judía.
Más tarde, durante la transformación cristiana, el judío
– que hoy, gracias a eminentes investigaciones, es hitita –
superó raza, romanos y bárbaros. Hoy (2) se los odia aún más
que los romanos de entonces - pese a la repugnancia pagana y
sensual hacia la religión sobria -. En cuanto a que los cráneos
de los primeros mártires tienen valor como reliquias, deberían
dejarse confirmar las características antropológicas en las
que hoy cada señal es apreciada como un hallazgo, según el veredicto
estético de los señores Scheicher y Gregorig. Al excluir el
adormilamiento (3) clerical de la teoría de estos y de políticos
similares, la estupidez social y lo meritoriamente espantoso,
sorprendentemente, todavía permanece un pequeño resto con el
que podemos explicar que estamos de acuerdo: la polémica contra
los conocidos atributos de los judíos no asimilados. Y sólo
la vemos como algo accidental, aclaratorio en cuanto al bloqueo
de los guetos, mientras que todo tipo de hombres basados en
su corazón quieren comprender las deficiencias de sus opositores
como constitutivas de los intereses de la empresa.
Por supuesto que las maravillas de la
asimilación no se prueban con una transformación mágica y sólo
son rápidamente efectivas cuando el Budget
no supera las peores
apariencias y el aislamiento respecto de los cristianos normales
no es demasiado grande. Lo judío y lo cristiano aún permanecen
a un paso del mismo camino compartido hacia la benevolencia
espiritual, tal como se lo imaginan los formadores públicos
del latigazo, los señores Vergani y Schneider. Existen semejantes
tramos sobrenaturales, y con esto tendrán que darse por conformes
el bajo Parlamento austriaco y el resto de las demás instancias
sobre la tierra. Aquí no es necesario desesperarse por los derechos
del hombre. Más bien parecen construidos con nuestra mirada
cerca del lugar sobre lo judío religioso, tal como es factible
sin herir los sentimientos de culto ajenos.
Con las reformas del luteranismo, del
calvinismo y de la alta Iglesia católica, la comunidad judía
religiosa – y aún se quiere golpear duramente su excepcional
idea de unidad y su moderado tratamiento racionalista de cosas
metafísicas –ha llevado a cabo su ilustrado mandato, llevar
a cabo en el sentido de que la amplia fuerza reformista del
protestantismo se disipa. Los “servidores de la palabra” son
seguidos por pastores que hablan la palabra de una religión
razonable y transigente. Que el magnífico nuevo despertar de
la cultura alemana se deja intranquilizar por algunos dogmas
de la creencia católica no significa lo más importante, aumenta
los mejores elementos de la vieja creencia a través de la ética
cristiana y, liberada de los orientales como en el culto romano,
lucha por el pueblo alemán y por todos los pueblos avanzados
de Europa, en esto consiste su gran acción. Como reformador,
el hijo del granjero de Sajonia ha liberado a la vieja creencia
de su excomunión oriental, de su claroscuro romano. Con esto,
todo lo que el mosaico de religiones pudo realizar en grande
para Europa, ya ha acontecido. Schopenhauer registra este hecho
con una sola expresión: racionalismo protestante-judío.
En la conciencia popular no vive ningún
agradecimiento por esto, lo que el mosaico de creencias le ha
obsequiado, sino que permanece como algo ajeno y repugnante
entre los pueblos de Europa. Por sí mismo, su estrecho parentesco
con las Iglesias reformistas no ha sido sentido en modo alguno;
la antipatía hacia un pueblo que en el ocaso del resto tiene
la intención de recordar, sigue siendo la más antigua. El conservadurismo
interno de los judíos, su especial Familienpietät y el modo de comprensión de cada uno, que por la atracción de
la sangre clausura matrimonios mixtos nada ventajosos, poco
considerados, hace posible la continuidad de la Sinagoga, a
pesar del indiferentismo religioso de las nuevas generaciones
de judíos de Europa del centro y del oeste. A esto se suma un
esfuerzo que proviene de muchos lados diferentes, colocar el
bautismo a los judíos como quien bautiza una humillación, como
si el mismo les valiese como el más antiguo. Pero no lo es,
aún cuando se someten por libre decisión, no lo es en interés
del alivio personal y la beneficencia pública, sino en interés
del amor por las generaciones venideras bajo la mano del párroco.
¿Para quién sino carece de valor asegurar la libertad de las
futuras generaciones sin presionar la inteligencia a un nivel
profundo? ¿Cuál es la diferencia entre una religión que no se
conserva y una creencia en la que no se cree? ¿Acaso no hay
buenos cristianos que si bien se someten inconscientemente dos
veces a las expresiones de su Iglesia – en el bautismo y en
el féretro -, lo hacen conscientemente bajo coacción escolar,
o frente al altar?
Debería ser bien sabido para todo el que
tenga corazón sincero y espíritu libre, el alcanzar la loada
tierra de la libre creencia y pensamiento por calles rectas,
y sin desvíos. Para la gran fuerza expansiva de sus espíritus
– el cristianismo lo ha corroborado- no deberían dirigir todo
su pensamiento hacia el presente y el futuro lejano, sino también
empeñarlo a la totalidad de las fuerzas más próximas, como es
deber del buen habitante terrenal. El futuro cercano exige derribar
las consecuencias de la liberación de los muros del gueto y
de las leyes de excepción. Junto a todo lo estimado espiritualmente
posible, los seres humanos – los mismos que a través de generaciones
van unos junto a otros como ciudadanos- se enfrentarán sintiéndose
extraños y enemigos sin que acontezca un intento de unión. Para
los judíos el único intento serio de tal cosa es el matrimonio
mixto, que no es llevado a cabo en base a la sola ley civil
según prueban los países en los que vale la forma obligatoria
del matrimonio civil. Solamente permanece aquella elección de
la conversión libre y madura. Pues para toda la atención puesta
sobre la igualdad de derechos de cada creencia, los enclaves
orientales son un absurdo en la cultura europea.
A la luz de estas declaraciones, queda
claro el maldecir todos los momentos que han demorado la asimilación.
El sionismo es un empeño pequeño y ridículo cuando se propaga
entre los judíos orientales, o cuando sus víctimas son enviadas
del estiércol de la cultura de Galizia directo a colonias palestinas.
En Europa central, el sionismo ofrece un espectáculo lamentable,
como manos torpes que rascan sobre la tumba de 2000 años de
un pueblo dormido. Y presta servicio – pese a, o a cusa de,
su significado apenas más que fraseológico – en un país donde
la frase es un gran poder, con valentía para las ambiciones
de los enemigos de la asimilación. Pues no a todos les agrada
su propia mezcla, necesaria para suprimir lo que queda de lo
poco seguro, igualmente forzada a caer en el otro extremo de
los atributos correspondientes a los idóneos seres del gueto,
y para el cambio repentino. Este tipo de educación de sí mismo
es necesaria: pues el agua del bautismo carece de violencia
pedagógica para hombres que están acabados.
En la medida que hay judíos que se han
deshecho de los conocidos y accidentales atributos de su círculo,
a los que han señalado como elementos anómalos de la cultura,
fáciles de reconocer y desaprobar, cada tanto se puede oír de
antisemitas judíos y de judíos antisemitas.
(*)En:
Die Fackel. Número 11.1899, Viena: pp.1-6.
[La “Judenfrage” es
la pregunta por la asimilación de los judíos en Europa].
Notas de la traductora
*) Llamada en
el original: “El antropólogo alemán Luschan ha tomado medidas
de 60.000 cráneos judíos y comprobado su característica racial
hitita”.
(1) Para “Wirrwar”- follón, caos, rollo- sería igualmente
correcto traducir “problemática”.
Kraus, sin embargo, elige “Wirrwar” en vez de “Problematik”.
(2) En el original:
„Römlinge hassen sie heute mehr als es die Römer …“. La oración pierde
calidad al traducir literalmente la ironía del juego de palabras,
definitivamente confusa en castellano y dentro del contexto
global: “Los romanizados/ los occidentales/ los neo-latinizados//
La cultura latinizada/ latina/occidental…
de hoy en día…”
(3) “Benebelnde” significa aquí “adormilamiento”,
“estado de trance”, “ceguera por fervor religioso o estado espiritual”,
remite a la idea de una visión que se nubla bajo el efecto de
los incensarios y las velas de la Iglesia.